¿Alguna vez te has parado a pensar por qué piensas lo que piensas? ¿O cómo te influye la música que escuchas, las series que ves, la información que consumes o los dibujos que entretienen a tus hijos?
Es el denominado soft power, o poder blando, y cómo algunas súper potencias tratan de transmitir sus creencias a través de la industria cultural.
Y eso, amigos, también es geopolítica.
Los Grammys Latinos
Recientemente, tuvo lugar la ceremonia de los Grammys Latinos en Las Vegas, uno de los premios más relevantes del mundo en la industria musical. En ellos, aparte de arrasar C.Tangana en diversas categorías, hubo una canción, Patria y Vida, que recabó gran parte de la atención internacional.
Más que por su calidad musical, apuntan algunas voces, por constituir un símbolo en sí mismo. Un grito para denunciar la situación que atraviesa Cuba. Patria y Vida ya ha sido elevada a la categoría de himno nacional en las protestas en la isla de quienes reclaman libertad y el fin del comunismo.
Patria y Vida (de Yotuel Romero, Gente de Zona, Beatriz Luengo, Descemer Bueno, Maykel Osorbo, Yadam González y El Funky) se hizo con el galardón de la canción del año.
El mensaje que transmite es contundente y necesario pero… ¿realmente es la mejor canción musicalmente hablando? O ¿es un misil desde la industria cultural latina a las autoridades de la isla? ¿Es un interés más al servicio de la geopolítica? Pero un momento… ¿Qué es exactamente la geopolítica y para qué sirve?
La geopolítica estudia cómo afecta el comportamiento de las personas en función del país donde viven y cómo afecta eso a la política y las relaciones internacionales. La geopolítica es una disciplina muy útil a la hora de predecir el comportamiento internacional y para ello se nutre de otros campos de estudio como la historia, la antropología o la sociología.
Patria y Vida versus Patria o Muerte
Pero volvamos a la canción… No hemos de olvidar que el título Patria y Vida nace en contraposición al lema revolucionario Patria o Muerte que acuñó Fidel Castro en la revolución de los años 50 del siglo pasado, en plena guerra fría. La letra de la mejor canción del año, según los Grammy Latino 2021, viene a decir que no hay que elegir. Que pueden ser las dos: ser patria y vida, sin tener que sacrificar la una por la otra.
Esta canción ha colocado al matrimonio conformado por el exiliado cubano y a la madrileña Beatriz Luego (que saltó a la fama por nuestro país por la serie Un Paso Adelante) en el ojo del huracán mediático llegando a protagonizar la portada de la revista People del mes.
Ambos intuían el revuelo mediático con tan solo el hecho de estar nominados y acudieron con los colores de la bandera cubana a la gala de los Grammy, donde acapararon la atención de todos los flashes.
Pero la instrumentalización de la música o de las galas no es nueva. Famosas son las manifestaciones políticas en los Óscars, los Goya, etc. O casos más curiosos como la popularización de himnos descontextualizados como el que fue posible gracias a La Casa de Papel.
¿Quién no se ha descubierto alguna vez coreando a voz en grito el Bella Ciao en alguna fiesta prepandemia? Pues estabais cantando la canción de cabecera de los partisanos italianos de la Segunda Guerra Mundial o lo que es lo mismo, geopolítica pop. Vivir para ver.
Las telenovelas turcas
Otro ejemplo de geopolítica cultural podrían ser las telenovelas turcas que últimamente parecen inundar la televisión en abierto. ¿Por qué se han puesto tan de moda? ¿Por qué cuentan con tanta aceptación por parte del público?
Según el podcast Geopolítica Pop, una creación de la periodista Charo Marcos (Kloshletter) en colaboración con los sabios del Orden Mundial, Turquía es ya el segundo productor mundial de este tipo de contenidos. Este tipo de tramas resultan hipnóticas, por básicas.
Porque han vuelto a los orígenes de amores frustrados, dramotes y gónadas que los boomers seguidores de Cristal recordamos con cierta nostalgia. Tramas planas de buenos y malos, ricos y pobres, amores torturados e imposibles. Infidelidades, hijos ilegítimos y demás casquería.
Y ¿qué gana el país que gobierna Erdogan con la exportación de estas telenovelas? Pues ser un escaparate de europeísmo y modernidad ante la comunidad internacional. En las telenovelas turcas no aparecen mujeres con indumentaria tradicional o cubiertas por velos.
Esto ha podido producir tensiones entre los sectores del gobierno turco más tradicionales pero no se sienten representados. Es, de algún modo, un acuerdo tácito. “No son nuestras mujeres”, parecen decirse, porque son las otras las pecan, tienen líos, no son ejemplares ergo visten como occidentales. Y todos tan contentos.
El cine
Y ¿qué hay de la industria por excelencia? ¿Del cine de Hollywood a quien se ha atribuido una merecida fama de homogeneizador del pensamiento único?
Volver a ver pelis antiguas es como releer un buen libro. Siempre se captan nuevos matices. La gata sobre el tejado de zinc (la peli de los cincuenta basada en la obra de Tennesse Williams) describe a las mujeres de un modo, digamos, peculiar.
Las féminas retratadas en aquel drama sureño están llamadas a ser mantenidas, por supuesto madres de camadas, y por definición son pérfidas, insufribles, objeto de deseo, intrigantes y eternas menores de edad. Con semejantes referentes se criaron numerosas generaciones.
Con una industria cinematográfica y una geopolítica occidental que les decía, de un modo sutil, a cientos de mujeres quiénes debían ser y qué puesto debían ocupar en la sociedad.
Súperbigote
Pero no solo el American way of life impone su visión, también la dictadura chavista pone en marcha su maquinaria propagandística, esta vez, destinada a los niños.
Muestra a Nicolás Maduro como un superhéroe esbelto que combate todos los males del imperialismo norteamericano. Hablamos de Súperbigote, unos dibujos que emite la televisión venezolana que podrían resultar hasta cómicos por burdos, si no fuera por la delicada situación que atraviesan los ciudadanos.
En definitiva, todos somos hijos de una cultura, de un tiempo, y de una influencia. Y cada época está llamada a romper sus propios paradigmas. El soft power está ahí y la geopolítica lo invade todo. Solo tenemos que hacer un pequeño esfuerzo para verla. Y no rasgarnos las vestiduras y analizar todo lo que consumimos, escuchamos y leemos.
Porque, en la mayoría de ocasiones, una peli es solo una peli.
Y está bien que así sea.